“Cuanto tuve mi permiso de trabajo con el abogado Eric Price, todo cambió… Me sentí más seguro, mas fuerte y mucho más motivado para salir todas las mañanas a trabajar”…

Todas las mañanas, junto con el sol, Edgar Soberanis sale a trabajar. Es un hombre que conoce el arte de corregir errores y de dar soluciones a problemas que para otros son difíciles, pesados y complicados. Él prefiere llamarse así mismo jornalero. En honor a la verdad, Edgar representa a millones de trabajadores migrantes que hacen funcionar buena parte de la economía de este gran país.

Llegó desde el Departamento de Chimaltenango, Municipio de Acatenango, Guatemala, en el 2002 luego de atravesar durante 40 días y sus noches la geografía mexicana.

“Vine por una vida mejor”, afirma emocionado recordando que en Guatemala está su hija mayor Yuseily, una jovencita con quien mantiene una estrecha relación aun cuando la dejó de ver cuando ella tenía 6 meses de nacida.

Aquí, Edgar sigue felizmente casado con Sandra Martínez –mamá de Yuseily- y tiene dos hijas que nacieron en los Estados Unidos, Mirtala Abigail, de 9 años que quiere ser escritora y la luz del hogar, Judith de 4 años.

Entre mujeres, Edgar es el hombre fuerte de la casa pero aún así, es un ser humano muy sensible y transparente en sus sentimientos.

No oculta su inmensa tristeza al recordar que por una acusación equivocada de violencia doméstica, estuvo en prisión durante tres semanas y lo más doloroso fue “que era el día de cumpleaños de mi niña (Abigail)”.

Eran las 4 de la tarde el día cuando la policía detuvo a Edgar. A las 8 de la noche, ya estaba en una celda de migración con orden de deportación. Salió de prisión bajo fianza pero con la sombra de un castigo innecesario más cruel que las barras de cualquier calabozo.

Sandra lo motivó a llamar al abogado Eric Price. Desde la primera cita Edgar salió con un panorama opuesto al que lo tenía tan estresado:

“El abogado Eric me dio mucha seguridad cuando me dijo que él me representaría ante cualquier juez. Y así es. Además inició mi caso en migración y casi de inmediato tuve mi permiso de trabajo. Fue mágico. Todo cambió. Con mi permiso me sentí más seguro, mas fuerte y mucho más motivado para salir todas las mañanas a trabajar con ganas por mi familia y por esta nación a la que ya pertenezco ¡hasta puedo cambiar cheques en el banco!”

A sus 36 años de edad, Edgar Soberanis tiene su futuro migratorio resuelto y aun cuando tuvo que pasar por una situación injusta, su optimismo es mas fuerte que cualquier mala experiencia.

Lejos de quejarse, prefiere compartir su testimonio de confianza en el abogado Eric Price porque “hay muchas personas que necesitan a un abogado como él, profesional y honesto que te tiende la mano para sacarte de las sombras y brindarte la oportunidad de ser feliz en este país”.

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