Carlos Espino-Barros y Claudia Montiel, jamás imaginaron que más de dos décadas después de separarse en México, se encontrarían y se casarían. Tampoco contaban con que Migración, iba a poner su amor a prueba por casi cinco años más.

El mes pasado, Claudia obtuvo su residencia permanente, y por fin pudo entrar a Estados Unidos para reunirse con su esposo, su novio de la adolescencia y chambelán de 15 años.

Carlos y Claudia tienen 47 años de edad, pero su historia de amor comenzó cuando se conocieron en Acapulco, México. Eran unos niños y andaban en los 12 años. Vivían en el mismo barrio.

“La vi y me gustó”, dice Carlos. A los 13 años, le propuso ser su novia sin acordarse que ya tenía otra. “Tuve que cortarla para poder ser su novio”, dice.

La joven pareja fueron novios por cinco años bajo la vigilancia estricta de los padres de la muchacha. “Tuve que pedir permiso a sus papás”, cuenta Carlos.

Todo marchaba bien, hasta que la suegra descubrió que el muchacho ya de 17 años, tenía otra noviecita que iba a llevar a una tardeada (baile). A Claudia, sus padres le prohibían salir con Carlos, y solo podían verse en la casa de ella.

“Cuando mi mamá supo que Carlos iba a ir a la tardeada con otra muchacha, me prohibió volver a verlo, y me dijo que no lo quería ver por la casa”, agrega.

Carlos platica que le entró la depresión porque sentía que su suegra en realidad no lo quería, y nunca sería suficiente para su hija.

“Dejé de ir a la escuela y ya no fui a trabajar”, recuerda.

A los dos o tres meses después de la ruptura del noviazgo, en 1988 decidió venir a San Diego, California, donde tenía un hermano.

“Cuando yo supe eso, el mundo se me vino encima”, dice Claudia. Con la ayuda de las vecinas, pactó una cita a escondidas de sus padres, para despedirse del muchacho.

Pero las dos veces que quedaron de verse en la casa de las vecinas, su padre no fue a trabajar esperando al fontanero para una reparación, y Claudia no pudo escaparse a ver a su enamorado.

“Yo me puse como loco. Intenté ir a robarmela, pero mi mamá no me dejó”, comenta.

Con el corazón roto emprendió el viaje hacia el norte. Al mes le mandó una carta con dos fotos, en la que le prometía que en un año regresaría por ella.

Pero una segunda carta echó a perder todo. “Ahí me decía que se había enterado que yo andaba saliendo con varios hombres”, platica Claudia.

Ella nunca le contestó esa carta, y perdieron todo contacto.

Tres años después de haber terminado su relación, en 1991, Carlos se casó en San Diego con una mujer que lo ayudó a arreglar su estatus migratorio y con quien procreó un hijo que ahora tiene 24 años.

Carlos se divorció y se volvió a casar en segundas nupcias. De esa relación, nacieron dos hijos más, una hija que ahora tiene 19 años y un hijo de 17 años.

Pero durante todos esos años de casado, Carlos admite que nunca olvidó a su novia de la infancia. Incluso en sus viajes a su tierra natal la buscó.

“La primera vez me dijeron que ya no vivía ahí; la segunda vez, la ví a la distancia y me percaté que estaba embarazada. Ella no me vio y me dije, ‘qué ando haciendo yo aquí’. Esto no está bien. Yo estoy casado y ella también”, recuerda que se dijo a él mismo y se alejó.

Lo que Carlos no supo es que Claudia nunca se casó. Pero sí tuvo un par de relaciones. De una de ellas nacieron dos hijos, uno de los cuales murió. El hijo que le sobrevive tiene 20 años.

Cuando Carlos se divorció por segunda vez, entró en depresión y sufrió ataques de pánico al grado que tuvo que medicarse. “Tenía el estrés a todo lo que daba. Me tomaba entre 5 y 6 pastillas a diario para la depresión y la ansiedad”.

Fue su hija quien en esa época tenía 12 años, la que le sugirió abrir una cuenta en Facebook para poderse ver y platicar.

Ya en el Facebook, Carlos se topó con la hermana de Claudia, y empezó a buscar en la red a su novia de la adolescencia en Acapulco. Cuando la encontró en septiembre de 2011, le mandó una solicitud de amistad y un mensaje con solo un “¡hola!” ni una palabra más.

“Siempre quise saber de su vida”, dice.

Claudia no vio el mensaje hasta cinco o seis meses después, como en febrero de 2012.

“Yo pensé, a lo mejor no quiere hablar conmigo”, dice Carlos.

Lo que sucedía es que Claudia no tenía la costumbre de revisar sus mensajes. Y esa página de Facebook era de su negocio de uñas en Acapulco.

“De momento, no lo reconocí hasta que me metí a su perfil, y miré que entre sus fotos, tenía una de las que me mandó cuando él se vino a San Diego. Sí es él, dije”.

Cuando Claudia le contestó el mensaje, él le pidió su teléfono.

Lo primero que ella hizo cuando pudieron hablar fue soltarle un viejo reclamo. “Por qué me abandonaste ¡maldito! !Nunca regresaste! No me preguntó cómo estás”, recuerda riendo.

En junio de 2012, la pareja se reencontró en persona en San Diego. “Mi hermana y mi mamá fueron por ella al aeropuerto de Tijuana. Yo no pude ir a recogerla por mi trabajo como troquero”.

Seis meses después, en enero de 2013, le entregó el anillo de compromiso.

El 4 de julio de 2015 se casaron en una ceremonia en Tijuana a la que llegó la suegra que no lo había querido para novio de su hija.

“Me dijo que si ella hubiera sabido todo lo que su hija iba a sufrir, me hubiera dejado que me la llevara y no se habría opuesto a nuestra relación”, comenta.

Carlos dice que aunque se casó dos veces, siempre mantuvo a Claudia en sus pensamientos. “Nunca la dejé de querer. En todos estos años que no la vi, siempre la soñaba. Por eso en cuanto la tuve frente a mi, le dije, cásate conmigo”.

Claudia admite que desde que se reencontraron siempre vivió con miedo de volver a perder a Carlos.

Pero cuando la pareja creía que nada los separaría, se encontraron con que aún casados las autoridades de migración le negaron la entrada a Claudia.

“La primera vez que vino a verme a San Diego, ella tenía una visa de turista que estaba a punto de vencerse. Estábamos tan emocionados que se nos ocurrió que debíamos ir a Las Vegas para que ella conociera”, recuerda. “Pero como la visa estaba a punto de expirar, decidimos ir a la línea fronteriza a pedir un permiso por una semana más para el viaje”.

La oficial de migración no solo no le autorizó el permiso sino que le quitó la visa de turista, y la sacó del país. “Pensaba que nos íbamos a ir a casar a Las Vegas, y yo me quería quedar aquí”, dice Claudia. No pensaron que ese problema iba a ser un verdadero dolor de cabeza más tarde.

Después de casarse en Tijuana, Carlos tuvo que recurrir al abogado en migración Eric Price para que lo ayudara en su petición de residencia para su esposa. Él se había hecho ciudadano por naturalización en 2014.

Pero mientras el proceso se llevaba a cabo, y se conseguía un perdón, Claudia no podía entrar a los EEUU.

“Ella se vino a vivir a Tijuana, y yo iba y venía tres veces a la semana a verla. Fueron días muy pesados”, explica Carlos.

Claudia platica que a su esposo le salieron ojeras negras ya que solo dormía dos o tres horas diario.

“De los nervios, me empecé a comer las uñas hasta el grado que me sangraban”, recuerda él. Más cuando en Ciudad Juárez en un primer intento, le negaron la residencia.

Tuvieron que pasar casi cinco años, desde el verano de 2015 hasta el mes pasado para que Claudia pudiera recibir su tarjeta de residente, entrar a los Estados Unidos y vivir bajo el mismo techo que su esposo.

Desde que Carlos se reunificó con Claudia dejó de tomar todo tipos de medicamentos para la depresión y ansiedad.

“Ahora lo único que queremos es aprovechar el tiempo perdido”, dice Claudia, feliz de estar con el hombre con quien siempre soñó casarse, y el amor de su vida.

¿Por que tardó tanto la residencia?

Michelle Montes, la abogada de la firma legal de Eric Price quien llevó el caso de Claudia, dice que su visa de turista fue cancelada porque migración pensó que ella estaba viviendo en los EE UU.

“Claudia tuvo que esperar en México por seis años antes de volver a solicitar su admisión. Su primera entrevista fue en febrero de 2018”, precisa.

Finalmente,ella pudo entrar legalmente al país cuando presentó de nuevo una solicitud consular y una petición para un perdón.

“Presentamos el perdón en 2018, y fue aprobado en mayo de 2019, y tuvo su cita en Ciudad Juárez en septiembre del año pasado donde le aprobaron la residencia. Finalmente este mes obtuvo su tarjeta de residencia”, indica.

¿La petición de un esposo o esposa ciudadana es la forma segura de ajuste legal en los Estados Unidos?

La abogada respondió que depende de todos los factores del caso.

“La petición de un familiar inmediato es siempre el inicio para comenzar el proceso. Sin embargo, el cliente debe ser elegible para proceder con alguna forma de alivio. Muchos factores son tomados en cuenta y todos los casos varían”, explica.

Opinión legal

Michelle Montes, la abogada de la firma legal de Eric Price, quien llevó el caso de Claudia, dice que su visa de turista fue cancelada porque migración pensó que ella estaba viviendo en los EEUU.

“Claudia tuvo que esperar en México por seis años antes de volver a solicitar su admisión. Su primera entrevista fue en febrero de 2018”, precisa.

Finalmente, ella pudo entrar legalmente al país cuando presentó de nuevo una solicitud consular y una petición para un perdón.

“Presentamos el perdón en 2018, y fue aprobado en mayo de 2019, y tuvo su cita en Ciudad Juárez en septiembre del año pasado donde le aprobaron los documentos y este mes obtuvo su tarjeta de residencia”, indica.

¿La petición de un esposo o esposa ciudadana es la forma segura de ajuste legal en los Estados Unidos?

La abogada respondió que depende de todos los factores del caso.

“La petición de un familiar inmediato es siempre el inicio para comenzar el proceso. Sin embargo, el cliente debe ser elegible para proceder con alguna forma de alivio. Muchos factores son tomados en cuenta y todos los casos varían”, explica.

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